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La poda

Finales de enero, sábado, me dispongo a podar unos árboles frutales tijera en mano. No tengo la más remota idea de qué ramas debo cortar así que acudo al mayor experto, el abuelo. Los abuelos son las personas más sabias del mundo.

Subo a una escalera y, desde abajo, con una vara-batuta cual director de orquesta  me va señalando, corta esa rama por ahí a ras del tronco, todas las ramas que veas igual que esa tienes que cortarlas porque son “chupones”, se alimentan de la savia cuando esta fluye abundante por el tronco y las ramas pero con el único fin de engordarse a sí mismas, no dan fruto.

El director sigue con su batuta dirigiendo la orquesta que suena al ritmo de los tijeretazos. Ahora me dice que corte  unas más altas que sobresalen por encima del resto, que son poco productivas, y que, además,  darán sombra a otras  que están más abajo  cargadas de dardos y brindillas, y por lo tanto son las que se llenarán de flores  cuando llegue la primavera y, consecuentemente, de fruta en el verano.

Cuando el árbol tiene vida y es fuerte, le empiezan a salir ramas por todas partes, a veces no nos damos cuenta porque crecen a más velocidad  que el resto  y al principio pueden  pasar desapercibidas. Si no las cortamos a tiempo, se alimentarán de las ramas que realmente  producen, impidiendo  que el fruto del árbol  sea menos abundante y de peor calidad.

Gracias a las ramas compuestas por los dardos y brindillas,  el árbol se mantiene firme, ante cualquier adversidad o crisis que pueda presentarse, de lo contrario, si un árbol no produce tendrá su final en la leñera y servirá para alimentar el fuego. Hay otras ramas que también producen, aunque  menos, son las que intentan sobresalir por encima del resto y que, cuando el árbol se llene de hojas, harán sombra a las que están más abajo de modo que si no las cortamos a tiempo para que pase la luz, provocarán que el fruto que quede  a la sombra no crezca. El director me pregunta para asegurarse de que he aprendido la lección ¿de esas ramas cuál cortarías? ¡Uf! a veces no es fácil. Se necesita mucha práctica y años de experiencia.

 En eso consiste la poda. En  tener un buen director que, con su batuta, señale por dónde cortar cada rama, que sepa cómo dar mejor forma al árbol para que el sol y la lluvia ayuden a que tenga frutos abundantes.  Saber distinguir qué ramas son las que producen, diferenciar bien los chupones de los dardos y brindillas  y si se han tenido en cuenta las luces y las sombras...

Cuando llegue el tiempo de la recolección descubriremos si se ha hecho un buen trabajo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El árbol de la vida...

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