Me levanto temprano, sin
hacer ruido para no despertar a quienes
aún siguen atrapados en sus sueños. Sin
olvidar los guantes y el chubasquero en esta fría y lluviosa mañana de invierno, me
calzo las zapatillas que esperan, con avidez, a que llegue su momento glorioso de salir a embarrarse. Es como si
cobraran vida al entrar en contacto con mis pies. En cuanto traspaso el umbral de la puerta,
empiezo a correr.
Salgo de casa mirando
al cielo y dando gracias a Dios por el nuevo día que acaba de empezar, porque
estoy viva…
Comienzo el recorrido y empiezan a volar mis pensamientos, llegando
a dar vida a mis sueños y llenándome de historias que voy construyendo zancada tras
zancada al ritmo de la música o
escuchando el eco de mis pisadas… siento que cada pisada es un latido…
Me gusta el olor a
pino, sentir la brisa del viento que choca en mi
cara y las gotas de lluvia que me invitan a cerrar los ojos… a veces me emocionan tanto estas cosas que me hacen
llorar.
Corro porque me gusta correr, disfrutar de cada paso que
doy, de cada zancada, de sentir que puedo tocar el aire, de esforzarme al máximo, marcando mis objetivos y estableciendo yo misma mis propios límites.
No voy a ganar ninguna carrera, pero voy a disfrutar siempre del camino hasta
la meta.
La pasada noche unas nubes caprichosas se prodigaron con empeño y dejaron
las calles llenas de charcos, las plazas desiertas y los nidos vacíos.
Voy observando todo lo que encuentro a mi paso, las ramas desnudas de los árboles, alguna flor atrevida
que da color a este invierno,
un rayo de sol que, tímidamente, busca ser el protagonista en este
amanecer tan frío… trato de encontrar la belleza en cada cosa que veo, en cada
momento que vivo y que es un regalo.
Corriendo, llego al punto de encuentro donde me he dado cita
con los compañeros que han madrugado como yo.
Poder compartir esta pasión con ellos es todo un regalo. Formando equipo,
estamos dispuestos a enfrentarnos a varios kilómetros de recorrido, por
asfalto, por caminos, por senderos escarpados… pisando charcos o esquivando
ciclistas mientras la lluvia nos empapa.
El espíritu de sacrificio y la perseverancia son nuestro escudo.
Nos agrupamos por
equipos según nuestros tiempos, mantenemos un ritmo, nos esperamos, nos
alentamos… Saludamos a otros corredores que encontramos en el camino aunque a veces sin conocerles.
Salimos a correr desafiando
cualquier adversidad climatológica, nos
da igual si llueve, si nieva o si estamos bajo cero, o si un sol de justicia nos abrasa y nos abraza con sus rayos. Las
temperaturas extremas no nos amilanan. No importa si tenemos el viento en contra, a la vuelta lo tendremos a favor. No conocemos la
pereza. Nos gusta correr.
En cada carrera lo damos todo porque lo importante para la
mayoría de nosotros es llegar y aunque
sepamos de antemano que no vamos a llegar los primeros, la ilusión es lo más importante.
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