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Qué Ascot

Casi se me cae la pamela al Tajo al conocer la noticia del "presunto" dopaje de Estimate, el caballo ganador del Gold Cup Royal de Ascot del año pasado y propiedad de la reina de Inglaterra. Debe ser lo más normal del mundo hacer un control antidopaje a los caballos, como a los deportistas de élite, cuando se trata de competiciones tan prestigiosas como lo es ésta, muy conocida también por ser el mayor escaparate de "sombreros de colores" que llevan las féminas que acuden a tan popular evento.
Según informan de palacio, el pienso estaba contaminado, suponemos que alguien había debido aderezar la comida del equino, por accidente o no, con una alta dosis de morfina, ya que cuando le hicieron la prueba de dopaje al animal, estaba hasta las trancas, como para no ganar la carrera. Vamos que si el jinete no frena al corcel al llegar a meta, todavía sigue corriendo e incluso habría podido cruzar a nado el Canal de la Mancha.
La reina Isabel II  tendrá que devolver el premio siempre y cuando las investigaciones que está llevando a cabo la Autoridad de Caballos Británica estén concluidas. Si una vez finalizadas tuvieran como resultado que han sido los propios cereales con los que fabricaron el pienso los que han producido esa sustancia, yo quiero comer pienso de ese para cuando vaya a correr alguna maratón.
Ya veremos a quien se le cae el pelo con este asunto, aunque no hay calva que no cubra una buena pamela.



Los niños perdidos


No quiero hablaros de los niños perdidos del país de Peter Pan, ni tampoco del pan de molde,  ni del pan de Taramundi, ni siquiera de Campanilla, sino de unas pulseras que son para evitar que los niños se pierdan  y que se llaman así, las pulseras de los niños perdidos.
A ver, vamos a explicar esto bien no haya mal entendidos. En realidad es para facilitar su localización en caso de que se pierdan y alguien de buena voluntad se preocupe de que sus padres les encuentren. Padres que, en algún caso, estarán tumbados al sol despreocupados de todo.
El invento consiste en poner al niño una pulsera que no se podrá quitar y que lleva incorporado un código QR. Sueltas al niño por la playa y listo, a tomar el sol o a darte un baño tranquilamente que el niño ya puede perderse con total libertad y que no moleste, ya se encargará otro de encontrarle, de ir a buscar su teléfono con el que, por suerte, podrá leer el código de la pulsera donde están los datos del niño incluido tu número de móvil, te harán una llamada y listo, final feliz.
En caso de que el teléfono no pueda leer el código por ser antiguo, habría que llamar a emergencias donde inmediatamente activarían el protocolo del niño perdido (literal). Consiste en hacer lo mismo, es decir, buscar un teléfono móvil capaz de leer el código, llamar a los padres y se acabó la historia.
Pero este asunto me ha provocado una serie de interrogantes. ¿El niño sabe hablar?
Si la respuesta es sí,  entiendo que el niño puede ayudar participando en su propio rescate, decir su nombre y el color de la sombrilla, así como informar al socorrista de la existencia de la pulsera, éste,  leerá el código QR y avisará y a los padres para que vayan a buscarle. También puede esperar a que los padres busquen al niño, esa es otra posibilidad aunque dadas las circunstancias, la veo remota.
Si el niño es tan pequeño que ni siquiera sabe hablar y se pierde con una pulsera de esas, ese sí que es un pobre niño perdido por tener unos padres que le dejen a su libre albedrío deambulando por ahí solito bajo el amparo de una simple pulsera.
Yo abogo por proteger a los niños, por no perderles de vista ni un solo momento, prefiero estar pendiente de ellos que de una llamada de móvil si se han perdido. Además, la pulsera ni siquiera tiene GPS para localizarles en un momento de despiste.
Esto me recuerda a los chips que ponen a los perros,  pero mejor no vamos a dar ideas, que con el arsenal de vacunas que nos ponen desde que somos pequeños ya vamos bien servidos los que vivimos en este país de Nunca Jamás.

Nuevas tecnologías

El semáforo está de color verde pero no avanzamos. Se vuelve a poner rojo y seguimos igual, así llevamos un rato, a estas horas el centro es intransitable. Nervios, malos humos, ya no sabemos qué hacer. En la radio, lo mismo de siempre: tráfico lento ¿lento? ¡mentira! Estamos parados desde hace más de media hora, a saber de dónde sacan la información.
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De aburrimiento empiezo a analizar  lo que ocurre a mi alrededor.

Observo al conductor del coche de atrás, veo que está explorando su riqueza interior introduciéndose el dedo índice por el orificio nasal. Petróleo va a encontrar como esta situación no mejore en poco tiempo.

Cambio de posición el objetivo de mis retinas y veo que cruza la calle una chica  vestida de negro  con la cara muy blanca y profundas ojeras como si llevara semanas sin dormir. No sé si va a un funeral o si es de la familia Adams o de los Zapatero pero os aseguro que me la encuentro por la noche por una calle oscura y salgo corriendo. Va paseando a su perro también negro como el azabache, aunque confieso que al principio me costó vislumbrar al animal, no estaba segura de si era su propia sombra o si se le había enganchado el felpudo a la falda que también llevaba arrastrando por el suelo.

Ahora mi mirada se detiene en la esquina de la derecha donde, en un escaparate lleno de carteles, se anuncian ofertas de televisores de pantalla plana en una tienda de electrodomésticos que subsiste a pesar de la agresiva competencia de las grandes superficies. Antes los televisores eran cuadrados y podías poner encima de todo, el tapete de ganchillo,  la bailarina, el toro e incluso el jarrón  “Recuerdo de Teruel”  que  te trajo tu vecina de cuando Teruel ni siquiera existía...  Tampoco existía el mando a distancia, para cambiar de cadena, había que levantar el culo del sofá si querías cambiar de “La casa de la pradera” de la primera, de los domingos por la tarde, al fútbol  o la carta de ajuste de la segunda.

La tecnología ha ido evolucionando en todos los ámbitos de nuestra vida y todo con un único fin, hacernos una vida más cómoda, o lo que es lo mismo, para hacernos más vagos.

Lo último han sido unos robots con forma humana,  parecen tan reales que dan el pego, como si fueran personas con cirugía plástica, sin una arruga ni un triste grano en la cara, que incluso dan conferencias sobre cualquier tema, demostrando, además,  un perfecto dominio de la gramática y la sintaxis. Lo que a nosotros nos costó aprender con sangre, sudor y lágrimas, a ellos se lo dan de merendar en potito de software con tropezones del RAE y listo.

Pero por más avances tecnológicos, nadie, absolutamente NADIE,  ha sido capaz de inventar un palo para la  fregona que sea irrompible. Cada vez duran menos, da igual que los compres en el super o en el chinojuan, son iguales, todos se doblan y se parten por el mismo sitio y al más mínimo esfuerzo,  incluso si caen al agua, flotan. 

El tráfico comienza a fluir, el rostro de la persona del coche de atrás ha cobrado de un aire decidido y  de forma precipitada se ha dispuesto a arrojar algo por la ventanilla de su coche.Yo cierro de inmediato la del mío y piso el acelerador.