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Una casa con goteras


Los perros ladran, los gatos maúllan, los Borbones dan nombre a hospitales y a mi loro le ha dado por hablar con acento inglés.

La culpa la tiene Isabel II, la del canal no, la otra... que se ha empeñado en que tiene que reformar su casa de Buckinghan porque tiene goteras. El motivo de llevar esos peripatéticos sombreros resulta que no era otro que evitar, presuntamente, que las gotas de agua que se colaban por los intersticios del tejado de palacio cuando llovía, empaparan los rizos blancos de esa anciana emperijoyada que tiene cara de no haber roto un plato en su vida.  Si tiene goteras que ponga cubos como todo el mundo.

El presupuesto de la obra completa ronda los 200 millones de euros, lo mismo que ha cobrado Pepe Talochas  a mis vecinos del quinto por cambiar el baño... bueno, unos ceros más, unos ceros menos...

Y es que con el tiempo, todo necesita reformas y la casa de una reina también está expuesta a los agentes climatológicos y al paso del tiempo que hace que se deteriore su estructura, como la de cualquier mortal que tiene casa.

Va a cambiar todo, desde las tuberías de agua hasta el cableado eléctrico. Se habla también de que van a subir los techos para que no se enganche en las lámparas con el sombrero la duquesa de Cornualles cuando vaya a visitar a su suegra inmortal.

Tambíén debe ser retirado el "amianto", componente de algunos materiales de construcción que es altamente contaminante y, por ende, nocivo, de cuya existencia dan testimonio  el Duque de Edimburno y su hijo Carlos. Inhalar productos tóxicos es peligroso y puede provocar mutaciones nasales.

Antes de comenzar las obras se van a trasladar, la reina, su consorte y su séquito de más de 400 personas a otro palacio.

Como la obra se les pone por un pico a los británicos, gente cercana a familia, les ha sugerido que subasten cosas de poca utilidad, siempre habrá algún friki o excéntrico millonario que pague elevadas sumas por chorradas.

Cosas a subastar, por ejemplo, la dentadura postiza que se le cayó a un mayordomo de Enrique VIII mientras probaba una sopa por si estaba envenenada y que éste arrojó con arrojo (valga la redundancia) cayendo por el hueco del montacargas. La dentadura es de marfil de primera calidad y tiene los colmillos inferiores engarzados en oro de 24 kilates. También se podría subastar la cabeza disecada de un ñú  del Everest, "supuesto" trofeo de caza del rey consorte o un chicle pegado en los bajos de una mesa estilo Luis XVI de uno de los salones de té que pegó, presuntamente, Sarah Freguson en su primera visita a palacio.

Si alguien está interesado en comprar cosas inútiles que empiece la puja, se abre la subasta.

Mientras os decidís, yo voy llevando al loro al psicólogo.