header-photo

Le pudo el ansia





Pasó de ministro a banquero, por las cosas del dinero,
de don Rato rutilante a ratero, de lo más rastrero.
Déspota y altanero,
tan superior se creyó, preso de su ambición,
que de su "cordura" hizo ostentación y al resto por tontos tomó;
con las preferentes les engañó.
Se aprovechó de quienes dignamente se ganan el pan,
metiéndose en la Caja y como Pedro por su casa, cuál troyano,
este tirano ruin cometió el acto más vil, robar a los que trabajan.
Eso hizo el elemento, carente de probidad, antítesis de Robin Hood.
Ahora ha sido condenado,
y de vivir como un pachá,
pasa a ir por un tiempo al trullo, eso sí, sin hacer mucho barullo
y gozando de privilegios, eso es seguro.

Manolo escobas, un grande de España



Desde que llegó a casa mi vida ha cambiado, si antes hacía poco, ahora hago menos. No se parece en nada a una aspiradora al uso, esta es redonda y no tiene cable. Más bien, diré que es redondo, en género masculino, porque Manolo se llama, Manolo Escobas.

Tiene autonomía propia, se carga la batería y recorre toda la casa aspirando ácaros, pelusas, pendientes, dentaduras postizas y todo lo que se va encontrando en su camino. Cuando termina o está a punto de agotar la batería va solo hasta el enchufe y se carga solo.

El nivel de eficacia es tal, que cuando termina la tarea me deja el suelo como los chorros del oro. Para amortizarlo cada día le pongo más tareas, hace que se motive y tenga afán de superación, ha aprendido a autolimpiarse, a ir tirar la basura (mirando al cruzar) y sabe hacer la declaración de la renta además de contestar al teléfono. En casa le hemos puesto una cámara de videovigilancia, junto al interruptor de encendido, y vigila la casa además de ahuyentar a los vendedores de seguros de decesos que llaman al timbre y a las palomas.

Se va moviendo por toda la casa, rodeando muebles o pasando por debajo de ellos gracias a un sensor que lleva junto a sus escobas. A veces chocamos y digo ¡ay, perdón!, y entonces retrocede y se va a hacer las esquinas.

Sin obstáculos alcanza una velocidad de crucero llegando a adelantarme incluso a mí y  aunque vaya corriendo. Cada vez que se embala por la recta del salón y se estrella contra la pared del reloj, el cuco se despierta y sale gritando ¡auxilio!,  un día se me desgañita. Al gato le mete unos sustos de muerte y le da por subirse por las paredes como un loco, no sé qué hacer con él porque me tiene liso el gotelé.

La peor parte se la ha llevado la tortuga, que es muy competitiva y se cogía unos piques cuando iba por el pasillo... se empeñaba en ganar a Manolo y claro, por fijarse un objetivo inalcanzable se cogió una depresión. Eso sí, tiene unos biceps que ni Schwarzenegger, se la he tenido que regalar a mi vecino el del gimnasio que la utiliza como reclamo publicitario.

Algunas de mis vecinas también se han subido al carro y han puesto un Manolo Escobas 4 en su vida.