No he podido evitar acordarme de la noche del 31 de octubre de hace dos años. Sé que con lo que os voy a contar mi reputación se puede ver objetivamente dañada, pero ese día según iba a entrar en el garaje de casa vi a la niña de la curva. No tuvo tiempo de subir al coche porque enseguida eché los pestillos.
Cuando llegué a casa, pálida, fuera de mí y por la escalera por temor a encontrarme con ella en el ascensor donde no tendría escapatoria, me dice mi familia "parece que has visto a un muerto". Era incapaz de articular palabra, antes de que me diera tiempo a respirar llaman al timbre. Miro por la mirilla y ahí está, es ella y no viene sola, trae refuerzos, la acompaña la niña del exorcista.. Huyo aterrada y me encierro en la cocina, creo que está a punto de darme un nosequé al corazón cuando mis hijos abren la puerta... se conocen, se están saludando... ¡que no entren en casa! Salgo y cierro la puerta de un portazo. Desde entonces la vecina del quinto izquierda no me saluda...
A este paso, no tardaremos en empezar a celebrar el día de la marmota o el 4 de julio poniendo la bandera de EEUU en la maceta de los geranios. Qué afán de traer costumbres y fiestas que no son nuestras y de querer cargarnos lo nuestro, oye. ¿Os imagináis a los franceses celebrando el 2 de mayo? ¡Estamos volviendo el mundo del revés!
Entendamos que aquí tenemos otras celebraciones y costumbres, no voy a decir que sea plausible el hecho de que en algún pueblo tiren a una cabra desde un campanario (aunque si la lanzan en paracaídas...) pero no entiendo ese empeño que tienen algunos de querer cargarse las corridas de toros (por cierto, a mí no me gustan) y en cambio se mantengan programas como los sálvames que son muy similares a lo que ocurre en la plaza, hay cuernos, clavan banderillas y en algún caso llegan a dar la estocada por la espalda. No vamos a dar ideas no vaya a ser que algún día le corten a alguno las orejas u otro miembro.
Todo lo de fuera nos invade, ya ni si quiera los mosquitos son trompeteros, son mosquitos tigre. En las acacias de mi calle ya no anidan los gorriones o especies autóctonas, sino unos pájaros verdes que nadie sabe de dónde han venido pero que emiten unos sonidos que asustan.
Voy a hacer un profundo análisis de todo esto mientras me hago la muerta un rato.
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