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Las bragas: una especie en peligro de extinción.

Los meteorólogos habían advertido que sería uno de los días más calurosos del año y, bien entrada la tarde, el sol seguía intentando torturar con sus rayos incandescentes a un numeroso grupo de personas que trataban de protegerse bajo la sombra de los elevados pinos y otras especies arbóreas que poblaban el lugar mientras, pacientemente, esperaban acceder al recinto de cierta escuela universitaria de la UPM donde iba a tener lugar un acto muy importante donde un grupo de chicos iban a ser los merecedores protagonistas.

Y allí estaba ella, con su vestido blanco de croché y sus tacones de vértigo, guardando cola como todos y tratando de disfrutar del momento hablando con otros acompañantes conocidos, pensando en lo próximo de las vacaciones y evitando dar importancia al calor sofocante que cada vez se hacía más insoportable.  Pero de pronto empezó a sentir los latidos de su corazón como si unas fuertes olas persistentes y agitadas lo golpearan y quisieran sacarlo de su sitio, ella intentaba mantenerse firme y trataba de ahogar los ayes lastimeros que querían salir al exterior,  los lamentos de esa tormenta que se estaba desatando en su interior y que estaba a punto de llegar al litoral, pero llegó lo inevitable y tuvo que decir "me encuentro mal" mientras avanzaba discretamente hasta el inicio de la cola para poder sentarse, llegó a pensar que alguien le daría el alto por querer colarse pero al contrario, la gente se abría a su paso como si lo llevara escrito en la cara hasta que cayó inconsciente en el suelo. Después de unos pocos minutos, pero eternos y mientras recobraba el conocimiento alguien le tomaba el pulso y le hacía preguntas,  era una médico que la estaba socorriendo allí mismo, en el suelo lleno de hojas secas,  y había pedido a uno de los acompañantes que le levantaran las piernas, ya sabéis, por la cosa del riego sanguíneo. Pero lo primero que pensó fue, por favor,  se me están viendo las bragas. Cuando pudo levantarse le sacaron una silla que ocupó hasta el comienzo del acto mientras la médico seguía con ella, dos mujeres la abanicaban y otro le traía una bebida reparadora... otra a quien no conocía de nada  apareció con su bolso que lo había rescatado antes de la caída. Todo un despliegue de atenciones,  nunca sabemos con qué nos puede sorprender el día pero es una suerte que siempre haya un médico cerca y  gente dispuesta a ayudar...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que al menos las llevara limpias jejeje
Eso es tipico de las abuelas"llevar las bragas limpias que nunca sabes que puede pasar" jeje
besitosssss Sandra

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