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Ruta del Cares


Me acuerdo muchas veces del momento en  que llegamos a Poncebos y de la cara que puso el taquillero del funicular al ver la mía después de que me dijera que no, que no era mentira la tarifa que marcaban para tan corto viaje.
Al volver donde estaba el resto del grupo  a informar  de que el precio ida y vuelta en el funicular costaba lo mismo que un billete Madrid-Gijón en el ALVIA  con tarifa reducida me dijo otro miembro de la expedición que para qué puñetas quería saber cuánto costaba eso si habíamos venido para hacer la ruta andando, que si lo que quería era ver un túnel  que viajara en el Metro  para ir a currar y de paso ahorraba energía y protegía el medio ambiente, bla, bla bla... (en qué hora se me ocurriría preguntar). Conseguí que me perdonaran la vida justificando que no había sido más que un acto propio de alguien que solo quiere alimentar su curiosidad natural.
Comenzamos a andar por la carretera hasta llegar a una bifurcación de senderos. Elegimos el largo y comenzamos la subida. Una preciosidad de paisaje. A medida que avanzábamos más bonito, el paisaje es espectacular, indescriptible. Las fotos no hacen justicia a la realidad, hay que verlo para creerlo. La naturaleza se presenta en  estado puro…  cada paso, cada pisada era un canto de alabanza a Dios por tanta belleza.. Nunca vi nada más hermoso.  Aquí  fotografío las montañas que vamos dejando atrás, abajo el río desde una altura que produce vértigo al mirar, una cascada, un espino en flor… ¡cuántos kilómetros de belleza!
Mirad allá en lo alto de aquella montaña  ¿qué puede ser? Parece una gaviota, imposible, pues yo creo que es un pingüino,  a mí me parece un oso panda, podría ser Ángela Merkel…  pues ni pájaro, ni oso, ni alemana practicando alpinismo,  es una cabra,  una- simple-cabra.
Seguimos caminando y contemplando la belleza del paisaje. El río discurre serpenteante y rompiendo en numerosas cascadas a lo largo de todo su recorrido pintando un paisaje de tonalidades y de contrastes que hacen del lugar un auténtico paraíso.
Paralelo a la senda  discurre un canal de aguas rápidas construido años ha y que, casi en silencio, va acompañando al viajero a lo largo de todo el recorrido.
Yo no me canso de sacar fotos a todo.  Desde aquí quiero mandar un beso al que inventó los teléfonos móviles  con cámara y aprovecho  para decir al que inventó sus  baterías que se ha lucido, duran menos que una botella de  whisky en manos de Ernesto de Hannover. Una solución quiero.
Por fin llegamos a Caín. Sobre la estancia en ese pueblo de la provincia de León no voy a dar más detalles salvo que es precioso.  El sitio ideal para comer y descansar un rato mientras duermes la siesta al abrigo de las cumbres nevadas y con el arrullo de las aguas que fluyen por varios arroyos hasta desembocar en el río y que, a medida que  avanza el discurrir del mismo,  se irán haciendo más rápidas y salvajes.
Comienza el camino de vuelta a Poncebos, ahora la ruta parece más fácil, el cansancio aún no ha hecho acto de presencia pero a falta de pocos kilómetros para llegar al destino, vimos bajar a dos personas por un desfiladero en dirección a la otra ruta, la que discurre más próxima al río. Les seguimos a duras penas, aquello no era un camino, era un auténtico pedregal, por poco me dejo los dientes… menos mal que nos servimos de la ayuda de un bastón porque aquello tiene una inclinación de vértigo. Llegó un momento que pensé que no podía seguir, ni para arriba ni para abajo... al darles alcance comprendimos todo, los tíos eran del mismo Bilbao, de haberlo sabido antes...
Así finalizamos nuestro recorrido, por la otra senda,  disfrutando del mismo paisaje pero visto desde otra altura, desde otra perspectiva.  Y yo sin batería en el móvil y sin poder hacer más fotos ¡cáspitas!.
Quiero repetirlo. 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que esta vez las fotos superan a tu narrativa,realmente deberías publicar ese espectacular reportaje fotográfico que me enseñaste en la trastienda de tu blog. No obstante despiertas la curiosidad del profano en caminatas y paseos por la naturaleza, estas llena de virtudes y cada día me sorprendes con una.
Blanca

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