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Pamela: camina o revienta


Con un sujetador cuatro tallas menos para que sus descomunales protuberancias no le fueran golpeando en la cara de forma sistemática evitándole la visión y provocándole hematomas, o sencillamente para evitarle perder el equilibrio con su vaivén, zancada tras zancada, Pamela Anderson corrió el pasado fin de semana  la popular maratón de Nueva York. Aunque parece que lo más importante para ella no ha sido llegar a la meta sino de qué guisa quedó después de la carrera.
Los que hemos probado ese cáliz, el de correr maratones digo, sabemos lo que sufren las articulaciones de los miembros inferiores corriendo con algún gramo de más, cuánto más si cargamos con una mochila de globos de silicona. Desconozco a cómo  se cotiza ese material en el mercado y cuánto pesa. En mi casa la única silicona que entró  fue la de las tetillas de los biberones de mis hijos, y sino que me registren.
Pero todos sabemos que hay gente que con tal de llamar la atención hace cualquier cosa. Hubiera sido gratificante saber simplemente que la tal  Pamela corrió para una causa benéfica, pero no, tuvo que dar la nota colgando en su cuenta de twitter una foto en camisón, que a quién le importa, digo yo.  Habría sido más satisfactorio ver su foto cruzando la meta, sencillamente. Pero ya sabemos que donde no hay mata no hay patata... Cabe decir que la emoción de llegar a la meta tras varias horas corriendo es lo más... cuanto mayor es el sacrificio, mayor es la recompensa, las emociones que se sienten son indescriptibles, hay que vivir ese momento para poder comprender bien lo que significa, por eso no se entiende que una corredora ocasional (lo de ocasional lo supongo) comparta con el mundo su foto  tumbada en una camilla y llena de bolsas de hielo.
Una maratón es mucho más que eso, es una prueba de superación, es una aventura sin límites, un esfuerzo a veces sobrehumano, sobre todo cuando no tienes una preparación diaria por eso  las secuelas son heridas de guerra de las que, por unos días, nos sentimos orgullosos... Cuando algún compañero te observa mientras con dificultad te levantas de la silla y te dice, quién te mandará, te callas y piensas: si tú supieras...
Pero cruzar la meta... vivir los últimos kilómetros, la gente que vas dejado atrás cuando ya corres por inercia como si una fuerza interior te empujara hacia la meta mientras el cuerpo dice basta, no puedo más...
(Aquí es cuando Rambo hubiera dicho "no siento las piernas")
Para mí, correr la maratón fue una de las mejores experiencias que he tenido y a la vez las de mayor sufrimiento. Mi foto de la maratón sería cruzando la meta, nunca en una camilla y de esa guisa. Si hay algo que compartir es el éxito, el logro de cumplir un objetivo que te has marcado, la alegría que te hace llorar  y gritar a la vez casi sin fuerzas ¡lo he conseguido!   Todo  lo demás, debe quedar para uno mismo.
De todos modos, desde este blog queremos felicitar a Pamela y a sus primas las domingas  y esperamos que siga recaudando dinero para los más desfavorecidos, de Haití o de cualquier lugar del planeta.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Mejor comer macarrones que correr tantos maratones.ñ

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