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La historia del niño que quiso engañar a Ratoncito Pérez

En una isla no muy lejana vive un niño al que un día, estando en el colegio, se le cayó un diente, lo guardó en el bolsillo de su baby y en la hora del recreo estuvo muy pendiente de que no se le perdiera para guardarlo bajo su almohada al llegar a casa y encontrarse unas monedas al despertar al día siguiente.
Hasta aquí todo parece normal. Pero ya sabemos cómo son los niños, se ponen a jugar al futbol y pierden el norte, así que, al llegar su madre a recogerle a la salida del colegio, el niño metió su manita en el bolsillo y lo encontró vacío, el diente no estaba.
Entre lágrimas y sollozos le contó a su madre lo que había sucedido quien viendo al niño bastante afectado le dijo:
-No te preocupes, cuando lleguemos a casa le escribiremos una nota explicandole a Ratoncito Pérez lo sucedido y seguro que te deja un regalito.
-¿Y sabe leer? ¿y si no ve el diente? ¿y si no viene? ¿ y si ...? ¿y si..? ¿y si...??
-Claro que sabe leer y vendrá, no es un ratón cualquiera, ¡es un Pérez como nosotros!
La madre escribió la nota y el niño fue a dormir con la esperanza de encontrar unas monedas bajo su almohada.
A la mañana siguiente el niño daba saltos de alegría, de lo que menos se acordaba era del diente. Pero al cabo de un rato empieza a hacer gestos como haciendo que piensa aunque sin decir nada.
Cuando el padre les lleva al colegio, el niño más feliz del mundo entra por la puerta de su clase de tercero de infantil saludando a sus amigos con una sonrisa de oreja a oreja y sintiéndose muy afortunado... había escondido la nota en uno de los cajones del armario con el fin de volver a ponerla bajo la almohada esa misma noche, otra vez. Y eso hace.
Pero la madre le descubre al día siguiente...
-¿Aún guardas la nota?
-Sí mamá, la he vuelto a dejar pero no ha colado, este ratoncito es más listo de lo que yo pensaba.
El hermano que no estaba perdiendo detalle le dice:
-¿Y si la pongo yo bajo mi almohada? a ti ya te ha pillado el truco y te conoce.
-¡Vale!- dice entusiasmado.
La madre abandona la habitación partiéndose de la risa y llama al abuelo para contárselo. Con los niños es imposible aburrirse y ya os habréis dado cuenta de por qué los abuelos conocen tantas historias.

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