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Empanada de percebes.


Había una vez en un pueblo gallego llamado Noia, un rapaz muy vacilón en sus tiempos mozos aunque también en su edad madura porque hay cosas en uno que nunca cambian por más años que se cumplan.
Siendo joven conoció a una chica de un pueblo andaluz y cuando esta le preguntó a qué se dedicaba le dijo que era percebeiro ocasional, la muchacha que por su juventud, desconocimiento o por ser ciudadana de un pueblo del interior, tal vez era la primera vez que oía semejante palabra, le preguntó qué era eso de ser percebeiro y con esa ironía característica le dijo que era el que tocaba las campanas de la catedral. Ella se lo creyó y sus amigas empezaron a tomarle el pelo hasta tal punto que le apodaron Cuasimodo a dicho sujeto de Noia. Cuando años más tarde este par se casa, ella encuentra la venganza perfecta. Un día él lleva a casa unos percebes y los deja en la nevera. Cuando va a echar mano de ellos y ve que no están le pregunta, entonces ella le dice ¿eran percebes? pues los he tirado a la basura porque pensé que eran piedras con patas...
Entonces él le dice (la parte en cursiva la tenéis que leer con acento gallego)
-Pero mujer ¿estás loca? tú sabes el trabajo que me costó cogerlos ¡y el precio que tienen! ¡Ay qué carall...!
Ella pretende calmarle y le dice que, en reparación del daño causado, mañana le preparará una empanada gallega para chuparse los dedos.
-Pues seguro que no te va a salir como las que prepara mi madre. Mujer qué va a saber una de Sevilla hacer empanadas gallegas.
Al día siguiente:
-Mira qué empanada preparé, prueba si te gusta y comparas si está mejor que las de tu maa-dree. Tal vez no fuera mejor pero sí diferente.
Y entonces él hincó el diente y allí se quedó a vivir, el diente digo.
Los percebes que supuestamente había tirado a la basura fueron rescatados antes de viajar al contenedor verde en una vulgar bolsa de plástico y caer en manos de desalmados empleados de la noche que recorren nuestras calles sin que nadie les vea y que a veces en el primer sueño nos despiertan con el ruido de sus camiones, que los habrían pasado por un proceso de separación y reciclaje de residuos orgánicos y que irían a perderse una montaña de basura para ser comidos por gaviotas hambrientas y sin escrúpulos, las rescató y le preparó la empanada... y con sabor a MAR. El daño habría sido irreversible de no existir las prótesis dentales y las ortodoncias, pero no hay nada que no se arregle con dinero.
Unos años más tarde cuando ya eran padres de dos hijos, se encuentran en un restaurante con un grupo de amigos y alguien pide ¡una de percebes! y como algo tiene esta familia con los percebes la niña se pone en pie y con los brazos en cruz para cortar el paso al camarero dice a voz en grito ¡un momento! ¿quién los va a pagar? ¡que esto es muy caro!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenisimo mi rubia !! Una de percebes porfi !! jajaja

Anónimo dijo...

... Seguro que nuestro chico no lo reciclaria, jajajaja

Arisoneu dijo...

Ola, unha historia moi fermosa para ser contada, podríades poñervos en contacto comigo?

Ariadna - Ari.leis7@gmail.com

Gracias

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