header-photo

Las cucharillas que aprendieron nuestros nombres ¿a dónde van?


Soléis  entrar en las casas por docenas o a granel, y no estoy hablando a los huevos precisamente, cuya permanencia es temporal en la nevera. Vosotras se supone que venís para quedaros toda la vida.
 Qué amargo sería el café sin vosotras. sin esa musiquilla que produce el tintineo al remover el azúcar en la taza…  Tenéis vuestro sitio  en el cajón con vuestros hermanos mayores, ocupando el más pequeño y perpendicular habitáculo de los cubiertos, la misma posición que ocuparéis luego en la mesa. 
De todos los cubiertos, sois las más deseadas, siempre os dejamos para el final y esperamos con avidez  que deleitéis nuestro paladar llevando los exquisitos postres a nuestras bocas..
Pero sois infieles, poco a poco abandonáis la casa en la que nos visteis crecer, cumplir años, siempre estabais junto a la tarta cuando soplábamos la velas y fuisteis testigos de los más importantes acontecimientos de la historia, desde las mesas de las casas más humildes en las que os presentáis en una aleación de acero inoxidable hasta las mesas de los más  fastuosos palacios donde, entre el lujo y el despilfarro, sólo os admiten si sois de plata.
 Poco a poco nos vais dejando una  tras otra,  hasta que un día nos damos cuenta de que no quedáis ninguna.  Yo culpo al friegaplatos de absorveros, tal vez es la elevada temperatura que alcanza durante el programa de lavado que hace que vuestra aleación pierda consistencia y, mezclada con la parte azul de la pastilla de detergente, se disuelva y se pierda por el sumidero del aparato ya que en el filtro no queda ni rastro.
A veces pienso que es el cubo de basura que tiene una parte imantada y os atrae como la mierda a las mocas (perdonad la expresión). Claro que mis  hijos culpan  a mi amiga Rosi de Palma de Mallorca   ¡mamá, se las lleva en la nariz!, claro, y el tapón del fregadero,  y el saco de dormir que no encontráis... 
A veces, cuando estoy en la fase REM del sueño, me despierta el camión de la basura que, rompiendo el silencio de la noche, recorre nuestras calles engullendo con sus fauces  los desechos que depositamos en bolsas negras, mientras dos operarios del ayuntamiento van vaciando los contenedores que encuentran a su paso en ese agujero negro de la parte posterior del camión que no tiene fondo, nunca se llena, va triturando todo, se come absolutamente  todo lo que le echan, desde la materia orgánica hasta las latas que algún despistado no recicla. En mi adormecimiento pienso que el ruido lo hacéis vosotras y me pedís ayuda. 
Esos camiones especiales se lo tragan todo, todo lo digieren, son como las carpas centenarias que viven en el lago del Parque del Retiro. Si a alguien le falta el gato  o le han robado la cartera que busquen ahí y abran las tripas de esos monstruos. A ver quién se tragó sino, el soldadito de plomo del cuento... 
Pero las cucharillas...  nos dejan colgado el nido y se van... son como las golondrinas del poema de Becquer, aquellas que aprendieron nuestros nombres... esas... ¡no volverán! 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiembla Millás que llega Paloma.

Publicar un comentario